Érase una vez un país en el que todos eran reyes y reinas, príncipes y princesas.
Érase una vez un país en el que las coronas eran de papel y las batallas de plastilina.
Érase que se era, un país en el que los tratados se firmaban con una sonrisa y se rompían con pedorretas. Donde la carcajada era el sello de entrada y de salida. Los abrazos se repartían a diestro y siniestro, y la imaginación volaba por cada esquina y en cada rincón.
Cualquiera que haya soñado con nubes que se convierten en dragones, con barcos pirata disfrazados de litera o con castillos que crecen en la arena, sabe de que país estamos hablando.
Bienvenidos al País de Siempre Jugar.
Al reino de la ilusión, de las buenas caras y de la magia. Al imperio de la alegría, de la aventura y de los ojos brillantes. Al refugio de los pequeños que juegan con los grandes y de los grandes que vuelan a ser pequeños.